Aunque a priori, en función de la clasificación y de los pocos jugadores de que disponíamos, la derrota era previsible, una vez finalizado el partido la sensación es la de haber perdido una gran oportunidad de ganar un encuentro fuera de casa.
Un equipo de juveniles (casi todos lo eran) fue capaz de ganarnos cada cuarto, de jugar más ordenados en ataque, al menos en la primera parte, y hasta de utilizar los contactos defensivos en su provecho. Ante esto el árbitro tenía un curioso concepto de la ventaja/desventaja en dichos contactos. Me pareció que su criterio se fundamentaba en la diferencia de kilos de los participantes, no en las acciones que unos u otros desarrollasen. Aun así, el golpe en la cara que recibió un jugador en una entrada a canasta no sé si no fue sancionado por la diferencia de peso entre la mano de uno y la cara de otro, o simplemente porque tampoco esta acción la vio.
En fin, pese a ello, nuestro juego ofensivo dejó mucho que desear, y pese a la igualdad dominante salimos derrotados en un, a posteriori, asequible partido, por unos juveniles que evidenciaron nuestras carencias.
En fin, pese a ello, nuestro juego ofensivo dejó mucho que desear, y pese a la igualdad dominante salimos derrotados en un, a posteriori, asequible partido, por unos juveniles que evidenciaron nuestras carencias.
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